Thursday, December 05, 2013

Relato de la Heladería


Es posible que Juan Ventura no lo recuerde, pero una vez estando en una heladería de la calle El Conde que se llamaba Nevada nos ocurrió un incidente que me marcaría para toda la vida.  De ese lugar me encantaba que servían el helado en unas copas. Mientras disfrutaba mi helado de tres colores y de la amena conversación que siempre ocurre entre nosotros dos, otro niño (de más o menos mi edad) se acercó a pedir.  
 
-¿Qué piensas que debemos hacer, Lissette?  - Me preguntó. 

- Compartir respondí entre dientes.

Quienes me conocen podrán imaginarse vívidamente que mi lenguaje no verbal reflejaba un profundo sentimiento de pena y, de inmediato, me embargó una sensación de injusticia.

- Te contaré una historia, me dijo. 

“Un señor cuya casa se derrumbó por las inclemencias del tiempo, se sentó a llorar en la acera.  Pasó una persona y le dijo: que pena, te has quedado sin casa.  Le pasó una papeleta 100 de  pesos.  El señor continuó llorando por su casa en escombros.  Pasó una mujer.  Qué pena lo de tu casa, he aquí esta ropa que ya no uso.  Así fue llenándosele la acera de dádivas de las personas que pasaban, pero nada parecía consolar al afectado.  Finalmente pasó alguien y le dijo: tu casa se derrumbó, busquemos más personas y te ayudo a reconstruirla.”
 
Se preguntarán si compartimos el helado con el muchacho, por supuesto que sí.   Sin embargo, la lección de ese día me ayudó a tomar muchas decisiones de adulta:

 - Aprendí que la solidaridad no es lástima;  que la pena puede ser discriminatoria; que es necesario la construcción colectiva de la solución a los problemas que afectan la gente; que las personas deben ser capaces de ayudarse a sí mismos; y que siempre, siempre será mejor enseñar a pescar que dar un pescado.

1 comment:

Unknown said...

Que quien invento la caridad esperando recompensa divina también invento al pobre le ofreció darle pan.