Sunday, February 21, 2010

Web 2.0

Esta tarde mientras veníamos de Santo Domingo a Punta Cana y, como cada vez que lo hacemos, Isaak y mi Blackberry son mi mejor compañía. Como Isaak se durmió durante un largo tramo del trayecto, mi mente comenzó a ocuparse en pensamientos sobre el impacto que tiene la Web en nuestras vidas.

En los 3 años que llevo por estos predios puntacanenses, el internet ha sido una herramienta crucial para mi vida, tanto así, que los amigos que están siendo más cercanos son aquellos que tienen conexión. El mejor caso es el de Enmanuel a quien no he visto más de 5 veces en persona y somos amigos, llevamos 9 años de amigos y hasta nos peleamos online. Mi familia ve los progresos de mi hijo por Facebook y me entere desde que ocurrió el terremoto de Haití por Twitter. Leo las noticias en Remolacha.net y llevo la maestria online. Me reúno con mis compañeros de proyecto por Skype, trabajamos en google documents y nos estamos mudando a Wave. Pago por internet banking y compro libros online.

Entonces, dado el gran vacío que estaba dejando mi hijo (porque cuando está despierto todo es él) me surgen una serie de preguntas:

¿Pueden sustituirse las relaciones sociales virtuales por las relaciones sociales tradicionales?
¿Consideran los psicólogos una red de amigos virtuales como una red social que puede sernos de ayuda ante las inclemencias de la vida?
¿Puede el amor ser realmente virtual? ¿Puede lograrse el cariño online? ¿Se activa el hipotálamo en la sexualidad con el flitreo y sexo virtual? ¿Esta experiencia puede ser igual que lo que despierta el olor de la persona deseada?
¿Existe tal cosa como adicción al internet?

Soy muy de lo virtual y estoy por creer que antes que la física cuántica demuestre que hay universos paralelos y que si es posible ocupar dos lugares en el espacio, la web 2.0 ha demostrado que no es necesario ocupar ningún espacio que no sea el de los servidores que soportan los programas que usamos para comunicarnos.

Friday, February 19, 2010

Las Palabras

Todo lo que usted quiera, si señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se transladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.

Confieso Que He Vivido, Pablo Neruda