Esta mañana me despierta Marino con la noticia que Dr. House ya llegó a su temporada final. Quienes han compartido aunque sea ligeramente conmigo saben que la noticia me debería llenar de tristeza; pero no es así. Es más, yo no hubiera llegado a la temporada seis.
Recuerdo la primera vez que me hablaron de la serie, luego me mudé de la ciudad y compré las primeras tres temporadas para sustituir otras diversiones mas cosmopolitas. Estuve enamorada de la serie hasta la quinta temporada. Es que el Doctor House ofrecía algo diferente al momento, un genio, desadaptado, cojo, antisocial y adicto a los opiacios. No era el tipico doctor galán, ni le importaba la popularidad, ni ninguna otra convención social. House fue un oasis de entretenimiento que disfruté enormemente. Sus críticas, su sarcasmo, el lenguaje técnico que utilizaban en la serie, todo eso llevándonos a un orgasmo televisivo.
Pero en toda formula exitosa suceden dos fenómenos con ella. Primero, es imitada. Segundo, se entiende inagotable. Esto así, comenzaron a salir diferentes series con personajes antisociales inteligentes y tenemos a House hasta una octava temporada y un bajo rating de la audiencia.
No me gusta que a una buena película le hagan segundas partes, ya pierde sentido. Incluso, hasta con El Padrino se me agotó el interés en la tercera película. Me parece una locura extender las buenas series por demasiadas temporadas. Sólo da paso al agotamiento creativo y al hastío del público.
Yo creo que en la vida y en el entretenimiento, hay que reinventarse cada día, hay que ser ave fénix. Adios House M.D., siempre me seguirán gustando las primeras temporadas.
1 comment:
¿Y ahora a quien me dirán que me parezco? (que todavía no me queda clara la comparación, yo que soy una montaña de ecuanimidad y tacto..
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